LA HISTORIA DE ERIKA - PEZONES GRAVEMENTE DAÑADOS
Después de que naciera mi hija Tessa, cuando volví a casa del hospital ya tenía los pezones completamente erosionados y en carne viva. Seguí dando el pecho, pero cada vez me dolía más.
Ahora que veo las fotos, me doy cuenta de que era inevitable que le dolieran los pezones. Hay una foto en la que la amamanté en posición lateral, ¡y estaba tan lejos de mí que prácticamente estaba en la otra punta de la habitación!
Mi marido y yo éramos nuevos en Danbury, ya que nos habíamos mudado allí un par de meses antes por el trabajo de mi marido, así que la noche que volvimos a casa del hospital abrí las páginas amarillas y encontré a la responsable local de la Liga de la Leche.
Hablamos por teléfono y decidió que tenía que venir para intentar ayudarme. Después de llegar a mi casa e intentar ayudarme a dar el pecho a Tessa, pensó que necesitaba ver a un IBCLC. Llamé a uno y vino al día siguiente.
Empezaba a sentir síntomas de gripe y tenía 39 de fiebre. Fui al médico y me dijeron que tenía mastitis en los dos pechos, probablemente por los pezones tan dañados. Me empezaron a dar antibióticos.
La asesora de lactancia me propuso dejar de dar el pecho para que se me curaran los pezones. Me extraía leche cada tres horas y me alimentaba con biberón.
Otra parte no divertida de esta historia es que en el noveno día de un tratamiento de 10 días con antibióticos para tratar mi infección mamaria, me salió una urticaria de la cabeza a los pies. Acabé teniendo dificultades para respirar y fui a urgencias. Finalmente, al cabo de una semana dejé de picar e intenté volver a la normalidad.
Empecé a asistir a las reuniones locales de LLL y todas las mujeres eran muy amables y me apoyaban mucho con la extracción de leche. También tenían curiosidad por saber si volvería a intentar dar el pecho.
Antes de tener a Tessa, había planeado darle el pecho durante un año. Después de todo el drama, rápidamente pasó a 6 meses. Ahora no estaba segura de llegar a los tres meses con el sacaleches y el biberón.
Después de cinco semanas asistiendo a reuniones y extrayéndome leche a todas horas, a veces teniendo que calmar a mi hija que lloraba con el dedo gordo del pie mientras me extraía leche, empecé a pensar en volver a darle el pecho.
Así que, justo a las seis semanas, coloqué una silla en medio de la sala de estar y le cubrí la mano con manoplas (no sé muy bien por qué hice esas dos cosas). Coloqué a mi bebé en mi regazo.
Después de 5 semanas y media de biberones, Tessa se enganchó enseguida. Me partí de risa. Estaba más que encantada. Le dimos el pecho el resto de la noche con éxito.
Llamé a mi LC a la mañana siguiente para darle la gran noticia y le dije que podía recoger mi bomba de alquiler.
Nunca miré atrás. Nunca más me extraje leche. Tessa no volvió a tomar biberón. La amamanté hasta su primer cumpleaños.
Dos años después, tuve un niño, Mac. Los primeros días tenía miedo de que todo fuera mal como con Tessa. Sin embargo, le di el pecho sin problemas hasta su primer cumpleaños. Nunca tomó biberón y nunca necesité sacarme leche.
Todavía salía por la noche con mi marido, ¡pero eso es otra historia de lactancia!
Mi viaje de lactancia fue la experiencia más enriquecedora de toda mi vida.
En el fondo sabía que algún día me convertiría en asesora de lactancia, ya que necesitaba ayudar a otras madres en su camino hacia la lactancia materna. En 2005, me gradué de la escuela de enfermería, habiéndome inscrito únicamente como el primer paso en mi camino para convertirme en una LC. Llevo casi 13 años ayudando a nuevas mamás y diez años como Consultora de Lactancia Certificada por el Consejo Internacional.
Todas tenemos nuestra propia historia de lactancia, pero yo convertí la mía en una carrera. Gracias a todas las mujeres que me ayudaron en mi viaje y a todas las que me confiaron el suyo.
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